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En la mitología eslava, Kikímara es un espíritu hogareño inquieto de sexo exclusivamente femenino, esposa o hermana de un Duende. Pasan a ser kikímaras las niñas que han muherto antes de ser bautisadas o que han sido maldecidas por sus madres.

Al ver a la dueña cuidar a sus hijos vivos, las kikímaras, privadas del amor maternal, hacen todo lo posible para despertar el apego a sí; por la noche tratan de hacer el trabajo femenino, pero lo que sea de qué se ocupen, sale torcido, por lo que la dueña acaba de enojarse cuando encuentra por la mañana la costura estropeada o el hilo enredado. Todo esto entristece aún más a a las kikímaras, y sus gemidos y sollozos suenan por la casa.

Las propias kikímaras rara vez se presentan ante los ojos. Dicen que a pesar de ser mentalmente niñas pequeñas, de apariencia son más abuelitas, con la cabeza despeinada de cabello gris, con una nariz larga y brazos largos y delgados. Se creía que de atrapar a una kikímara y cortarle el pelo en forma de cruz en la mollera, volvería a ser un ser humano.

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Texto en español por Emiliya Karzhaneuskaya